El transportador 3

Coqueteando con el desastre



El transportador 3 o Le Transporteur 3 (2008, Francia, 104 minutos)
Dirección: Olivier Megaton
Guión: Luc Besson y Robert Mark Kamon
Basada en los personajes creados por: Luc Besson
Fotografía: Giovanni Fiore Coltellaci
Edición: Camille Delamarre y Carlo Rizzo
Música de: Alexandre Azaria
Elenco: Jason Statham como Frank Martin; Natalya Rudakova como Valentina; François Berléand como el inspector Tarconi; y Robert Knepper como Johnson.


En cada una de las tres entregas de El Transportador me asalta la misma duda: ¿Por qué los mafiosos de la película tienen que contratar al perfeccionista, insoportable e inmanejable Frank Martin para transportar un paquete que ellos, con todos sus hombres, podrían manejar por sí mismos? Es verdad que Martin puede hacer peripecias increíbles: conduce su automóvil entre dos camiones con sólo dos llantas y salta un puente para caer sobre un tren en movimiento. Aún así, la reputación de Martin debería ser su maldición. Si al final de cada uno de sus trabajos, él acaba destruyendo a las organizaciones criminales que le contratan, ¿por qué lo siguen buscando?

El Transportador 3 empuja ese desafío de la lógica a su más insensato extremo. En esta entrega de la serie, Martin es obligado a trabajar con una organización criminal transnacional. No es que no haya nadie más para hacerlo. De hecho, esta organización criminal parece tener recursos humanos inagotables. En una ocasión, Martin se sale de su ruta y de inmediato una docena de matones son despachados para obligarlo a continuar con su viaje. Martin los hace añicos con una técnica de artes marciales que apenas vemos por la rapidísima edición de esta secuencia, pero ¿por qué pelear contra ellos, si al fin y al cabo debe continuar con su viaje? En este punto de la historia resulta aún más intrigante mi pregunta original, ¿por qué es él el hombre elegido para llevar a cabo la misión cuando se pudo haber utilizado a esta docena de mafiosos para escoltar el “paquete”?

Lo más curioso de El Transportador 3 es que uno de los personajes señala la idiotez general de la premisa central. Johnson, el mismo que lo obligó a hacer el trabajo, llama a Martin por teléfono y le dice: “Cualquier idiota puede transportar un paquete, sólo se necesita una licencia de manejar. Así que estás despedido”. ¡Da! Pero, ¿qué hace Frank Martin? Tras perseguir a su propio carro en una bicicleta, cruzando ventanas, rompiendo paredes y saltando sobre las mesas de una maquila, Martin regresa a su automóvil, se deshace del nuevo transportista y continúa con el viaje. Obligadamente, por supuesto. Porque hay un detalle que habría que mencionar: Martin no puede alejarse más de 25 metros de su Audi porque tiene un brazalete conectado por medio de un transmisor que explotará si lo hace.

La idea de un brazalete explosivo parecería razón suficiente para crear toda una gama de oportunidades para el suspenso, la tensión o la acción, pero como se nos demuestra una y otra vez, no es así. Al parecer se pueden hacer muchas cosas a una distancia de 25 metros de un vehículo. Martin se detiene, le echa gasolina al automóvil, visita a un amigo, hace llamadas, entra a un taller automotriz y usa el Internet para hablar con un inspector de policía. Incluso hace el amor a 20 metros de su famoso Audi después de llevar a la muerte a dos hombres ineptos que dispararon contra él intentando rescatar al “paquete”.

Ese “paquete” que necesita ser transportado de Marsella a Odessa es Valentina, quien ha sido secuestrada para chantajear a su padre, el ministro de Medio Ambiente de Ucrania. Utilizar como “paquete” a una joven bella, inocente y lamentablemente estúpida en las tres películas de El Transportador es ya un insulto a la inteligencia. Todos estos “paquetes” visten minifaldas y tienen largas piernas. La primera fue morena, la segunda asiática, y ésta, interpretada por Natalya Rudakova, es pelirroja, pecosa y preciosa. Rudakova podría haber iluminado la serie con su fresca presencia, pero el guión degrada a su personaje y lo reduce a una pieza ornamental: Valentina es una belleza consentida y caprichosa pero demasiado infantil para ejercer con plenitud la sensualidad que se le atribuye (la mujer con cuerpo de modelo y mente infantil es una constante en todas las películas de Luc Besson).

El vasto territorio recorrido por esta entrega, con sus escenarios internacionales y su intriga política, prometían una incursión geográfica y temática al territorio narrativo de las series de alto espionaje, como las de James Bond o las de La Identidad Bourne. Craso error. El traje le queda demasiado grande al guión y al director, Olivier Megaton. En lugar de profundizar en la historia, o de elevar la apuesta de la acción con una idea de lo que realmente está en juego, se nos ofrecen indicios reprimidos de violencia y de sexualidad. En ese sentido, la escena más perturbadora la tiene Rudakova, cuando después de consumir éxtasis y beber vodka se agacha en el pasillo de una tienda para orinar. Qué chica tan graciosa: en el transcurso de la historia más de una veintena de hombres arriesgan y, en algunos casos, pierden sus vidas por ella, pero aún así nunca parece tener verdadera conciencia de que ha sido secuestrada y de que está bajo una constante amenaza de muerte.

La primera entrega de El transportista nos ofreció un personaje plano y mecánico en una historia con una premisa ilógica, pero Jason Statham es un actor intenso y fascinante, y la película en sí tenía suficiente energía y originalidad para entretener. De hecho, la absurda premisa contribuía a la diversión, y las exageradas y fantásticas escenas de acción tenían altas dosis de comicidad. Pero en El Transportador 3, sin ese sentido del absurdo no queda más remedio que tomar en serio las escenas de acción, pobremente concebidas y ejecutadas por Megaton.

Consideremos, por ejemplo, este detalle: el Audi de Martin es a prueba de balas; de hecho, las balas no le hacen un rasguño ni a las ventanas ni a la carrocería, pero en dos ocasiones, Martin rompe esas ventanas de una patada. ¿Debemos inferir que él es más rápido y fuerte que una bala? En otra escena, Martin cae en un río, y utiliza el aire de las llantas para inflar un par de canoas que elevan el automóvil a la superficie; ahora bien, si un par de llantas tenían suficiente aire para sacar el vehículo del agua, ¿por qué el aire de las cuatro llantas no fueron suficientes para mantenerlo a flote? Distraído por el aburrido guión, comencé a notar estas cosas a cada giro de la historia, y al final no me quedó más que el cansancio de haber tolerado una interminable lista de torpezas.

Natalya Rudakova es una niña muy mala en El transportador 3


© 2009, Jorge Ávalos.

2 comentarios:

chutulon dijo...

en la segunda no tiene que transportar a ninguna chica, de hecho, trabaja como chofer de una familia y trata de salvar al hijo y la familia de este, en la tercera dan un paso atras al volver a colocar a una chica como carga.

Anónimo dijo...

Lo del aire tiene sentido si se toma en cuenta que en las llantas está a presión. Lo que le quita flotabilidad. De resto por ejemplo rompe las ventanas y estas en las siguientes están reparadas mágicamente