A la sombra de La Matriz

Precursores e imitadores de The Matrix



La aparición de la película The Matrix, de los hermanos Wachowski introdujo una mitología cautivadora y un imaginario que fue ampliamente imitado desde el principio. Por supuesto, no han faltado las parodias de las escenas de artes marciales en un número de comedias: Scary Movie (2000), Shrek (2001), Cats & Dogs (2001), Kung Pow: Enter the Fist (2002), Austin Powers in Goldmember (2002) y Without a Paddle (2004). Aunque The Matrix no fue la primera película en introducir la noción de un mundo virtual construido por medio de un sistema de inteligencia artificial, sí fue la mejor y la única que ha marcado la cultura popular. El primer antecesor importante fue, de hecho, la primera película en utilizar efectos digitales: Tron (1982). Un segundo antecesor, no menos importante para The Matrix fue la película de anime japonesa The Ghost in the Shell (1994), que influyó enormemente la estrategia visual de la película de los Wachowski, al punto de imitar algunas escenas y de utilizar un arco narrativo similar.

De todos los precursores de The Matrix, sólo hay dos películas que podrían muy bien ser obras maestras. La primera, sorprendentemente, provino de España: Abre los ojos (1997), de Alejandro Amenábar. La segunda es la maravillosa parábola de Alexander Proyas Dark City (1998); hay paralelos indiscutibles entre esta última y The Matrix e, irónicamente, para la producción de esta última se utilizaron escenarios descartados de Dark City. La mayoría de las películas que incursionaron en el tema de realidades virtuales antes de The Matrix no fueron muy buenas: Mindwarp (1991), The Lawnmower Man (1992) y su secuela Lawnmower Man 2: Beyond Cyberspace (1996), Arcade (1994) y Virtuosity (1995). De forma casi paralela a The Matrix se produjeron dos películas interesantes pero fallidas: eXistenZ (1999) y The Thirteenth Floor (1999); sin embargo, la primera de estas dos es una incursión de David Cronenberg en el género que explora con elementos surrealistas aspectos filosóficos de la existencia humana, y esto le supone un interés especial; si eXistenZ no es recordada como una gran película de ficción científica, sí será recordada como parte integral de la obra de Cronenberg.

Hablando de Cronenbrerg, en algún momento yo pensé, honestamente, que el interés por los temas existenciales expuestos en The Matrix podría haber influido en la formulación de películas de ficción científica más interesantes, sobre todo dentro del campo de la realidad virtual. Hasta ahora esto no ha sucedido. En cambio hemos visto la aparición, un año tras otro, de películas asombrosamente mediocres que están más interesadas en imitar las secuencias de acción de The Matrix que en cualquier otra cosa. La serie francesa El transportador, sin pertenecer al género de ficción científica, sigue esta línea del uso recurrente y fantástico de escenas de acción en la que se combinan de forma absurda el uso simultáneo de armas y artes marciales. En The Matrix esto tiene sentido, porque Neo y sus compañeros son tan rápidos que sus movimientos coreográficos más bien responden a la necesidad de evadir las balas enemigas mientras ellos mismos disparan; el dominio de la mente sobre la realidad virtual justifica la combinación del uso de las armas y de las artes marciales. Pero en la reciente avalancha de películas de acción, la introducción de armas de fuego denigran el género.

Cinco películas recientes imitan The Matrix de una manera o de otra. Todas son olvidables y con excepción de una, todas tienen fallas de lógica y un pobre nivel intelectual. En algunos casos parecen orientarse hacia el mundo de mutantes que puebla la serie X-Men, pues los protagonistas poseen poderes sobrenaturales que si no los explica la vida en un mundo virtual, sólo pueden ser atribuidos a fenómenos humanos que subvierten las leyes de la física: The one (2001); Equilibrium (2002); Jumper (2008); Wanted (2008); Push (2009). De estas cinco, sólo Equilibrium, dirigida por Kurt Wimmer, es interesante porque, más allá del uso exagerado de las armas de fuego, se atreve a explorar temas de libertad humana con una premisa levemente interesante: si el origen de los males humanos proviene de la emocionalidad humana, ¿por qué no suprimir las emociones? John Preston (Christian Bale), es un “oficinista” que cuida la supresión de emociones y de los productos que las incitan: el arte, los libros, la música. Hay algo de Farenheit 411 en esto, y algo de Un mundo feliz, y algo de 1984. Y si se le compara con Aeon Flux descubrimos que existe una preocupación política por la libertad y por los usos de la rebelión en la ficción científica contemporánea.


© 2009, Jorge Ávalos.

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